domingo, 23 de febrero de 2014

EDUCACIÓN, LA TAREA DE VOLVERSE HUMANO

Publicado en el Tiempo el 23 de febrero de 2014

Francisco Cajiao, experto en educación.

Periódicamente aparecen resultados de evaluaciones nacionales e internacionales que remueven por un tiempo las columnas de los periódicos y las emisiones de radio y televisión, haciéndonos caer en la cuenta de nuestro rezago con respecto al nivel educativo de otros países. Sin embargo, no siempre se profundiza en el contenido real de lo que significa educar y educarse. Por eso resulta útil hacer un par de reflexiones que permitan comprender el sentido de la educación para una sociedad.

Lo primero es que toda la vida de un ser humano es un ejercicio permanente de educación, que se realiza en todos los momentos y lugares. Podría decirse que nacemos incompletos, apenas como un proyecto humano que solo se realiza a través del contacto con el entorno físico y social del cual se adquieren todos los aprendizajes que nos permitirán sobrevivir y ser parte de una comunidad. Por eso el primer y más importante núcleo educativo es la familia: allí se aprende la lengua, se establecen los primeros vínculos afectivos, se adquieren muchos de los valores, hábitos y costumbres que nos acompañarán toda la vida. En ese núcleo primario se generan raíces culturales que diferencian al caucano del guajiro y a quien nació en el llano de quien nació en el altiplano. Se aprende a comer, a bailar, a hablar, a relacionarse de maneras particulares.

Pero, además de las características regionales que nos permiten adquirir una identidad, también se aprenden formas de vida relacionadas con las condiciones socioeconómicas que marcan nuestro origen. Mientras algunos reciben desde la primera infancia multitud de estímulos, oportunidades de salud y nutrición, entornos amables, cuidado y afecto, otros tienen que enfrentar sus primeros años de vida en medio de enormes dificultades y privaciones. Por eso en los primeros tres o cuatro años de vida se marcan las enormes diferencias sociales que después se reflejarán en grandes brechas de oportunidad para el desarrollo humano de los pueblos.

De ahí la importancia del desarrollo de programas de atención a la primera infancia, especialmente en los grupos poblacionales más pobres, pues es justamente en este momento cuando se inician los grandes avances de lucha contra la pobreza.

Pero hacerse humano no se limita a los aprendizajes que permiten ser parte de una comunidad, compartir sus códigos de comunicación, ser reconocidos y poderse apropiar del entorno inmediato. También implica desarrollar un conjunto de habilidades intelectuales y prácticas que permiten ser parte de toda la humanidad. Ir más allá del entorno inmediato y poder compartir la herencia cultural que nos han dejado otros a lo largo de la historia humana es la clave de la construcción de riqueza de un pueblo. En ese legado que nos viene desde el origen de la especie está contenido el conocimiento de los misterios de la naturaleza, las formas de organización social, el ejercicio de la justicia, los avances científicos y tecnológicos que permiten superar las dificultades y los límites de la fragilidad biológica.

Ya desde la antigüedad el pueblo sumerio creó las primeras escuelas, donde se enseñaba a leer y escribir a los niños en tabletas de arcilla. Todos los pueblos han buscado maneras de transmitir a las nuevas generaciones los saberes adquiridos por los antepasados para conformar esa gran memoria colectiva que permite avanzar por las rutas de la civilización. El mundo contemporáneo dispone de un complejo aparato educativo que incluye la educación básica y media, las universidades, las academias científicas, las asociaciones profesionales y los centros de investigación como conglomerados dedicados al ejercicio de desarrollar un mundo humano basado en el conocimiento y el ejercicio de la razón.

Un pueblo educado es aquel que cada día se distancia más de la condición salvaje en que predominan los impulsos primarios de la agresión y la violencia como mecanismos para sobrevivir. Las hordas de cazadores de las épocas prehistóricas tenían que conseguir el alimento compitiendo brutalmente entre ellos. Más adelante la posesión de un espacio geográfico para asentarse llevó a las guerras territoriales que han acompañado a la humanidad a lo largo de milenios. Pero el poder de destrucción que mostró su terrible capacidad de muerte con la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki comenzó a cambiar la conciencia de los pueblos, hasta la creación de la Organización de las Naciones Unidas y la búsqueda de otros modos de resolver los conflictos.

El arribo de nuevos modelos de civilización ha puesto toda la esperanza de progreso en la educación, porque es el único modo de transmitir formas de vida, hábitos de convivencia y valores humanos.

Pero también porque el ideal de sociedad democrático de la modernidad apunta a organizar sociedades basadas en la igualdad de oportunidades para el desarrollo de los individuos y sus comunidades. Es imposible en el mundo contemporáneo generar riqueza y resolver los grandes problemas de la expansión demográfica, la salud, la alimentación, el transporte o la producción de bienes y servicios sin un alto nivel educativo que permita aprovechar el talento de los ciudadanos.

Una vez que se ha pasado por la educación básica se requieren nuevas habilidades para desempeñar la multitud de funciones que aseguran el buen gobierno, la administración de justicia, el aprovechamiento de los recursos naturales, la consolidación de la industria y la relación con los demás pueblos del mundo en una economía cada vez más globalizada.
Para ello es necesario contar con una educación superior capaz de formar a los cientos de miles de jóvenes que tendrán que incorporarse al mundo del trabajo. Por eso también se hace imperioso desarrollar en los empresarios y directores de las grandes organizaciones públicas y privadas la conciencia de que cada una de estas organizaciones también constituye un centro de educación.
Todos los adultos sabemos que los más valiosos aprendizajes se han producido a partir de la experiencia laboral. Muchos podemos decir que los más significativos maestros han sido nuestros jefes, bien sea por lo que nos aportaron o por lo que mostraron que nunca debe hacerse. El lugar de trabajo es una poderosísima escuela de responsabilidad, compromiso con el cumplimiento de objetivos, disciplina… pero también de ciencia, tecnología y creatividad. Los países más desarrollados han entendido esto y han logrado establecer relaciones muy estrechas entre sus grandes empresas y las universidades, con lo que han enriquecido mutuamente sus conocimientos y sus esfuerzos.

Este rápido recorrido por las diversas caras de la educación, que además incluye la inmensa influencia de los medios de comunicación, muestra que el precepto constitucional que establece que la educación es responsabilidad de la familia, el Estado y la sociedad no es una fórmula retórica. Todos somos responsables directos de la educación de otros. Colombia tiene un enorme atraso en este campo, entre otras cosas porque no ha habido ningún Gobierno que sea capaz de poner la educación como la primera necesidad de la ciudadanía.

Todavía confundimos la educación con la escolaridad, cuando esta es apenas una parte. Son educadores los jueces, los policías, los empresarios… Pero no basta saberlo. Es necesario asumirlo, desarrollar estrategias y planes específicos para potenciar las capacidades de toda nuestra población: los niños y sus familias, los adolescentes, los jóvenes, los trabajadores, los administradores, los comunicadores.

En el contexto esperanzador de un posible acuerdo para terminar el enfrentamiento armado que nos acompaña hace medio siglo, y al comienzo de una campaña presidencial la educación cobra una importancia mayor, pues seguramente no hay ninguna otra herramienta social tan poderosa para iniciar la construcción de una paz duradera.

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