Las parcelas agrícolas del país
se están quedando sin jóvenes. Tecnología, rentabilidad y cuidado del medio
ambiente, estrategias para atraer a menores de 30.
Publicado en Revista Dinero el 07/02/2016
Entender,
atraer y conquistar a los llamados milenials –las personas nacidas entre 1980 y
2000– no solo es un tema de las áreas de mercadeo, sino una preocupación
fundamental para la seguridad
alimentaria, pues el agro es quizás uno de los sectores en donde
dicha generación brilla más por su ausencia.
Según el más reciente Censo Nacional Agropecuario, realizado por el
Dane, en el país hay 2,7 millones de productores agrícolas, de los cuales, poco más de 725.000 son residentes en el área rural
dispersa y, entre quienes viven efectivamente en el campo, solo 21% son menores
de 35 años.
Esta
situación ha llevado a que los distintos gremios agrícolas prendan las alarmas,
pues saben que sus afiliados se están envejeciendo y que son pocos los que
logran un relevo generacional. Gran parte de esto se explica por las
precarias condiciones del campo, que llevan a muchos jóvenes a irse a las
ciudades, en el mejor de los casos a estudiar, pero mayoritariamente a buscar
oportunidades de empleo que no tienen en sus parcelas.
Martha
Betancourt, directora ejecutiva de Procaña, dice que el tema es fundamental
para su gremio, pues la edad promedio de los productores de caña está entre 45
y 55 años y los menores de 30 son apenas 15%.
Agrega
que este no es solo un tema de Colombia, también se discute a nivel de la
Asociación Mundial de Cultivadores de Caña. “En general, la preocupación está
en la lejanía de los jóvenes respecto a la actividad agrícola. Ellos nacieron
con la tecnología en la mano y consideran que el sector es
arcaico y aburrido, por no ser lo suficientemente tecnológico. Pero, la verdad
es que el campo cada vez está más tecnificado, con tractores autoguiados y
máquinas robotizadas que ayudan en la siembra. Nuestra tarea es mostrarles que
esos cambios se están dando”, dice esta dirigente gremial y añade que
justamente Procaña declaró 2017 como el año de la “integración generacional”,
más que del relevo. La idea no es dejar de lado a los más viejos, pues
ellos son los que tienen el conocimiento y la experiencia.
Al
igual que en los demás sectores productivos, en el agro los mayores productores
son sociedades de familia y, en esos casos, como se hereda una empresa sí se ve
a muchos jóvenes continuar con el legado de sus padres, pese a que se educan y
viven en zonas urbanas.
Otro
es el caso de los pequeños productores, que cultivan para la subsistencia. Con
dificultades educan a sus hijos y muchos de ellos cuando terminan el bachillerato
emigran a la ciudad.
Tras la rentabilidad
El
Censo Agropecuario muestra que solo 3,7% de los productores
agrícolas que residen en zonas rurales tienen formación
universitaria y, por eso, lo que se requiere, según Rafael Hernández,
presidente de Fedearroz, es mostrarles a los jóvenes que el agro sí es un buen
negocio y que es posible prosperar económicamente.
En el caso de los arroceros, de los 17.000 que se tienen identificados
con producción comercial, 45% son mayores de 50 años y 20% mayores de 60. “Entre los que son empresarios sí se da un relevo generacional,
pero entre los pequeños y medianos son muy pocos los que ven que sus hijos
sigan con el cultivo”, enfatiza Hernández y agrega que el problema es que los
jóvenes son conscientes de que la actividad agrícola tiene muchos riesgos y no
sienten que haya políticas que les demuestren que vale la pena quedarse en el
campo.
En el
caso del arroz y ante la fuerte competencia que vendrá con las desgravaciones
arancelarias que trae el tratado de libre comercio con Estados Unidos –en 2018
empieza la reducción del arancel al cereal estadounidense–, el gremio se
propuso tecnificar la producción, logrando una reducción de 30% en los costos
por hectárea y un mayor rendimiento. “Esto ayuda a mostrarles a los
jóvenes que este es un negocio que puede ser rentable y estable”, reitera.
Así
mismo, han logrado reducir en 80% el consumo de agua,
lo que no solo implica una mayor competitividad del cultivo, sino que tiene un
impacto ambiental positivo, tema clave para los milenials.
En el
caso del arroz, el fenómeno de la ausencia de jóvenes se siente con fuerza,
pues 80% de los productores son pequeños y medianos y, aunque hay 215
municipios arroceros, en algunos de ellos 60% de su PIB depende de este
cultivo. En ellos se ha creado toda una cadena de productos y servicios
alrededor del cereal (es el caso de Saldaña, Espinal y Campoalegre).
Soluciones robóticas
José
Leibovich, director de investigación económica de la Federación de Cafeteros,
coincide en que hay que atraer a los jóvenes con tecnología y rentabilidad y,
por eso, están trabajando en un proyecto que busca volver más eficiente el
proceso de recolección, de tal manera que si se recoge más, se pueden pagar
mejores jornales. Esto porque no solo faltan milenials, sino también
recolectores en las épocas de cosecha.
“Es claro que en Colombia la recolección del café es manual y eso es lo
que nos da ventaja en términos de calidad del grano, pero estamos buscando una
solución robótica, que facilite y agilice ese proceso”, explica y dice que están haciendo una convocatoria a jóvenes que les
guste la tecnología para que ayuden a crear dichos mecanismos.
Leibovich
afirma además que los jóvenes requieren capacitación y una mejor remuneración
para quedarse en el campo, así como soluciones laborales que tengan la
seguridad social garantizada.
Entre
los cafeteros, la edad promedio de los jefes de hogar es de 57 años, mientras
que otros países competidores tienen un bono demográfico que les da ventaja.
La población colombiana, en general, se está envejeciendo, lo que
implica retos económicos y sociales, pero es quizás el agropecuario uno de los
sectores en donde más se debe trabajar para que los jóvenes se queden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario