lunes, 28 de abril de 2014

GRACIAS POR PARTICIPAR

.Editorial No. 103
La educación, en tiempos electorales, suele utilizarse como una eficaz carnada para que los ciudadanos pensemos con el corazón y no con la razón.
Por: Revista Arcadia
Publicado el: 2014-04-21
La declaración de la ministra de Educación, María Fernanda Campo, en la cual aseveró que fue un mérito que Colombia participara en el capítulo de resolución de problemas de las pruebas PISA, en el cual Colombia ocupó el último lugar entre 44 aspirantes, y en que señalaba que “la prueba de resolución de problemas es optativa. Solo 44 países decidieron presentarla y Colombia tuvo el coraje de medirse con los mejores” es, por decirlo menos, escandalosa. Y lo es porque seguimos pensando en Colombia que en diez años podremos estar en el lugar en el cual nunca hemos estado; porque el mérito sigue siendo prepararse para participar, pero no para cumplir un buen papel. Sus declaraciones recuerdan la broma que suelen gastarse los dos eternos rivales del fútbol argentino, River Plate y Boca Juniors, en la que estos últimos, cada vez que River es eliminado en alguna fase de una copa, le cuelgan letreros en La Bombonera, el estadio de Boca, con la leyenda: “Gracias por participar”.
Los resultados publicados hace poco –de las pruebas que se hicieron hace dos años, en mayo del 2012, y que fueron motivo de discusión en la prensa el año pasado cuando se reveló que habíamos ocupado el número 61 entre 65 participantes– buscan pescar en río revuelto. La educación, en tiempos electorales, suele utilizarse como una eficaz carnada para que los ciudadanos pensemos con el corazón y no con la razón. La encuesta volvió a ser puesta en circulación con fines evidentemente electorales y una vez más volvemos a discutir sobre una plausible y triste realidad: la educación colombiana está en mora, desde hace décadas, de una revolución que solo sucederá si se atienden estudios y miradas serias y no planes de choque que suenan más a promesas que a posibilidades. Varios estudios demuestran que el plazo que está poniendo el actual gobierno para que Colombia sea “la más educada en 2025” no son realistas. Estudios serios demuestran que a Corea y Singapur, los dos países que ocuparon los dos primeros puestos, les llevó al menos cincuenta años dar el salto y poner a punto un sistema educativo basado en conceptos como el trabajo en grupo, la solución de problemas y, como lo dijo alguna vez el director del Parque Explora de Medellín, Andrés Roldán, la capacidad de estar preparados para el fracaso.

Buscar el problema en los maestros es seguir endilgando a otros una responsabilidad que nos concierne a todos como sociedad, una costumbre muy colombiana. Un niño que crece en un hogar sin ideas, sin reconocimiento, sin lectura, es un niño que entra a la escuela sin las herramientas básicas para existir en la vida y “resolver problemas”, que era el tema en cuestión. Pero más allá de todo esto, nos preguntamos por qué, de repente, hemos comenzado a oír que la educación es un tema que se ventila a grito herido un mes y medio antes de las elecciones. Una vez más, de manera indolente, la educación se convierte en un bastión electoral, se grita y se señala, se rasgan vestiduras para analizar causas y planes y, una vez elegido el gobernante de turno, de seguro, acá no pasará nada. Y no pasará porque está demostrado, como lo señalaba Ricardo Silva Romero en una brillante columna, la generación que nos gobierna desde hace 24 años –léase desde el gobierno Gaviria: los mismos con las mismas– ha hecho todos los esfuerzos por convencernos de que la única salida a los problemas de fondo son los tecnócratas. De esa manera, seguimos viendo con indolencia cómo ministras salen a decir que nada de lo que nos pasa es grave, pero que se están preparando planes para remediar el actual estado de cosas. La pregunta que nos hacemos es cuántos de nosotros sabemos cuáles son los programas de educación de los candidatos que optan por la Presidencia de la República en mayo, cuál es el estado actual del sistema público, por qué de la noche a la mañana discutimos sobre un tema que, una vez pasadas las elecciones, será saldado con una nueva risa cáustica de los ganadores, que nos dirán lo mismo: “Gracias por participar”.

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